lunes, 10 de agosto de 2015

Me basto un instante.

Me desperté cuando aún ni si quiera el sol había amanecido, las sábanas me quemaban la piel y una extraña sensación entrecortaba mi respiración. Salte de la cama sin apenas darme margen abrir bien mis ojos, cogí lo primero que encontré en el armario, recogí mi pelo y me lave la cara con intenciones de aclarar también mi mente. No hubo forma. 

Salí de casa, así sin más y sin rumbo. Las calles estaban desiertas. Mis piernas no paraban de andar, cada vez más rápido, cada vez mi corazón estaba más agitado. Cuando vine a darme cuenta de dónde estaba, ya me estaba quitando las zapatillas de verano para meter mis pies en la orilla de una playa. Salían los primeros rayos de luz, olía a salitre, a mañana de verano... El agua no estaba especialmente fría pero sí lo suficiente para hacerme de pronto poner los pies en la tierra y salir de aquella transitoria locura. 

Entonces me pregunte qué hacía ahí, cuándo decidí llegar, por qué... caí casi inconscientemente en la orilla y deje que el agua me mojará. Mire a mi alrededor y recordé unos días mucho más grises y fríos que aquella mañana soleada de agosto. 

Y entonces entendí que hacía allí, en el lugar donde tantas veces mezcle mis lágrimas con la sal del agua que curó mis heridas. Cerrar el vínculo, enfrentarme al dolor, recordar la presión en mi pecho, aceptar que todo aquello fue verdad, no un mal sueño. Hacerle frente al miedo como quien mira la muerte a la cara. 

Todo puede cambiar en un instante. Y un instante qué es... Puede durar lo que dura un pestañeo, puede durar semanas, incluso meses. Y es que la vida es eso, instantes... Tú fuiste uno largo, o no, quizás fuiste de esos cortos, de los que te agarran el alma y jamás la sueltan, corto porque no necesitaste más que un suspiro para embriagarme de ti. 

Y prefiero que seas de los cortos, de los que no pesan, de esos que quieres vivir un día y otro y otro más. Hay una frase que dice ''lo bueno si breve, dos veces bueno''. Tú has sido todo lo bueno que cada instante te dejo ser. 

El sol empezaba a calentarme la piel, respire hondo y seque mis lágrimas. Me puse en pie y deje entre aquellas aguas todo el dolor, todo el miedo y la incertidumbre. Mire por ultima vez el mar y encontré de nuevo toda esa paz que solo el mar sabe darme. 

Sin mirar atrás, sin ataduras ni miedos y con una sonrisa en mi cara me encamine hacia un nuevo día seguramente llenó de instantes que duraran mucho más que este.



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