jueves, 24 de abril de 2014

Fuimos.

Lo nuestro era una de esas historias que casi nadie vive, pero que todo el mundo cuenta.
Una de esas que te dejan el corazón blandito y las manos frías,
con todo ese remolino de cosas que hacen que te muerdas las uñas
y cantes todas esas canciones que dices que odias.
Nuestra historia era una de esas historias infinitas, sí,
de las que siempre aparece un ''continuará'' al final de la escena
y parece que no hay sitio,
(o que no queremos que lo haya),
para poner el punto

y aparte.
De esas que te dejan con los labios cortados
y la nariz rojita aunque este a 40 grados en pleno agosto.
Nuestra historia era una de esas basadas
en conversaciones con los ojos,
en peleas sin sentido
y en días echándonos de menos así por que sí.
Una de esas historias donde el orgullo se cree que manda
pero luego siempre aparecían las ganas de ti y de mí.
Las ganas de nosotros.
De las que no necesitas contársela a nadie
porque sabes que no la entenderían
y eso hace que te guste
más aún.

Una de esas historias donde la casualidad nos junta
donde menos nos lo esperábamos
y cuando más lo llevábamos esperando.
Donde me daban igual los demás abrazos
porque ninguno era capaz de calentarme los huesos
tanto como eran capaces los tuyos.

Una historia de esas con finales tristes,
con sus reencuentros y sus despedidas
y las dudas de no saber si se acabo para siempre



o sólo fue un párrafo más.

Te quise tanto.

Se paró el reloj, paraste mi vida. Te fuiste sin decir adiós, sin un beso de despedida, de esos que saben a olvidar pero te marcan toda una vida.

De un día para otra ya no estabas. Ya no podía contarte como me había ido el día, ya no podía escuchar tu risa, tus pequeñas broncas. Ya sabia que jamas volvería a escuchar tu corazón latir acurrucada en ti. En tus brazos, los que fueron mi mejor refugio en esas noches de invierno.

Ahora ya no queda nada de nosotros, todo se evaporo. Ya volaron las palabras, las promesas, los sueños... todo ha desaparecido. Me partiste el alma, me secaste por dentro hasta apagar mi mirada, mi sonrisa, mi luz. Desconcertada pasaba las noches en vela anhelando tu compañía, y es que a ti querido compañero, por más veces que me rompieras el corazón, ni una sola conseguirías que llegara a odiarte.

A ti te perdoné lo imperdonable, a ti te conté secretos de viejos tormentos. Te amaba tanto que tu me hacías daño y luego era yo la que te consolaba. Por ti dí lo que nunca había dado por nadie, por ti me fallé a mi por no fallarte a ti, por ti me arriesgue a volverme a enamorar, por ti lo di todo hasta el final. Y sabes qué, no me arrepiento de nada.

Ahora que ha pasado el tiempo, me doy cuenta que lo tuvimos todo, siendo nada, y lo perdimos todo intentando ser algo. Ya no queda odio, ni reproches. Ni si quiera perderé el tiempo en decirte cual fue tu mayor error. Aunque es difícil ver como alguien que alguna vez estuvo tan cerca de ti, puede llegar a ser un total extraño. Porque así te siento, aunque conozca tu ser mejor que tu mismo. Quizás sea por los largos meses que nos separan, por la incomprensión, o quizás sea el olvido que comienza hacer su hueco.

Toda mi vida era para ti, estaba dispuesta a todo, solo quería cerrar los ojos y construir nuestro futuro. Solo quería que fueras feliz, y ahora, aunque ya no estés conmigo, aunque ya no sea yo el motivo de tu sonrisa, quiero que seas feliz. Por todo lo que has luchado, por lo que eres y por lo que puedes llegar a ser.

A ti, mi querido compañero del pasado, le guardaré siempre un rinconcito dentro de mi corazón. Sin rencores, sin excusas, desde el corazón y sentimiento más sincero. Guarda cada error que cometimos juntos, y que te sirvan de lección para toda una vida.

Suerte, sé feliz.




martes, 1 de abril de 2014

Cambiando.

Los días pasan, y se van llevando los restos de tristeza. Cuando suena el despertador por la mañana, abro los ojos miro todo lo bueno que tengo, sonrío, y doy las gracias. Quizás últimamente no haga otra cosa que eso, dar las gracias, a todos y por todo. A mi familia por quererme, a mis amigos por soportarme en mis peores días, a mi armario por tener tanto fondo, al sol por salir en mis mañanas más nubladas, a el chico que me atiende en la cafetería, a la señora de la tienda de ropa, a mi querida abuela por cuidarme desde el cielo. Así todo es más fácil, sonreír y dar las gracias, algo tan sencillo y que muy poca gente hace. Yo antes no lo hacia.

Cuando paso frente al espejo y miro mis ojos, casi no me lo creo, pero brillan. Brillan de ilusión, no porque estén mojados. Y entonces sonrío y otra vez doy las gracias, a quien sea, a lo que sea, pero gracias por devolverme la ilusión.

Mi corazón, o quizás mi cuerpo entero, dio la vuelta como un calcetín. Desde que sé que la mejor opción para ser feliz, es sentirte bien. Es un constante sube y baja de sorpresas. A veces me da miedo, las sorpresas siempre me dan miedo, pero aún así me encantan. Porque no sé lo que viene después, porque vivo con la ilusión de qué pasará mañana.

Y no, no voy a negarlo. Tengo días malos, horribles quizás... y no, claro que no me he olvido, ni creo que lo haga en un tiempo. Pero sí me he superado, soy fuerte, me enfrento a cada día con la mejor de mis sonrisas. No voy a vivir estancada en el recuerdo de lo que nunca más será. Voy a salir a la calle, voy a pisar bien fuerte este mundo, para que todos se enteren de que estoy aquí. Porque no, no me he rendido.

Abril, sé que me vas a traer tantas cosas buenas como yo alcance a imaginar. Estoy totalmente dispuesta a recibir. Sé que esta nueva aventura solo acaba de empezar. Y sé que a la vuelta de la esquina, en la próxima parada, muchas cosas buenas esperan para recibirme. Y es que las cosas comienzan a encajar con perfección absoluta cuando estamos concentrados en lo que queremos.

Y a ti querido lector, si es que algún día alguien llega a parar a esta entrada, si alguien me está leyendo. Se feliz, no por nadie ni con nadie. Sé feliz tú mismo y entonces todo, comenzará a cambiar.