lunes, 24 de junio de 2013

Un cambio, una sonrisa.

Sabes de esas ganas inmensas de echar a correr, sin mirar atrás... Pues a veces yo las tengo. Pienso en que quizás lejos de aquí, de ti, de ella, de ellos, haya un mundo mejor. O tan solo con  menos problemas.

Pero seamos realistas, siempre habrá problemas... Aquí o a 10.000 kilómetros de distancia. Así es la vida, y tenemos que ser nosotros los que elijamos como encauzar esos problemas, buscar el remedio, la solución, la forma de vivir con ellos.

A ratos creo tener esa solución, eso que hará que todo cambie. Pero me da miedo, miedo porque puedo equivocarme. Es esa pregunta infinita, con infinita respuesta. Esa que un día es sí y otro día es no.

Pido un cambio, pero nadie me lo ofrece, o al menos no el que yo necesito. Necesito que llegue alguien y me desmonte mis esquemas, mis planes, que me haga cometer locuras, que juegue conmigo, que me vuelva loca pero loca de felicidad. Que cuando me despierte tenga algo, un mensaje, una foto, un desayuno a los pies de la cama y me haga reír, saltar, volar. Necesito que me llenen de amor, de amistad, de risas, de ganas de vivir.

Quiero madrugadas impregnadas de arena, agua salada y la luna. La luna que antes nos hacia ser un mismo cuerpo envuelto en llamas. Que se quede tu olor en mi cuerpo y me tiemblen los sentido al sentirlo. Que saques mi lado mas canalla, que me vuelvas mala. 

Quiero que me besen sin prisas, quiero besarle sin prisas. Que se nos vaya la vida en una mirada, que sonriamos sin saber por qué. Que al abrir tu puerta me recibas con sonrisas, me tires sobre la cama lleno de vida, de amor, de ganas de mi. Que seamos cómplices, que juguemos a hacer el amor en cada madrugada y que al despertar aún nos queden ganas.

Que nos bebamos los miedos, los problemas, el odio, la ira, el temor y el pasado... Quiero ser feliz, que me hagan feliz sin tener que pedirlo. Que me cambien la vida sin tener que avisarle. Que me motiven, que me ilusionen, que me hagan vivir todos los días y no solo una vez por semana.

Estoy llena de ganas, de ganas por ser feliz y hacer feliz a quien se lo merezca. Solo necesito ese cambio, eso que haga clic en mi cabeza. 

Nunca es tarde, y menos hoy.




miércoles, 19 de junio de 2013

Aprendiendo a vivir.

Una vez conocí a una chica que cuando se levantaba de la cama y no sabia que ponerse, se ponía una sonrisa. Era así, feliz. De lunes a domingo. Y se reía sin más, se reía de la vida. Del sonido de la lluvia, del olor del café recién hecho, del rayo de sol que iluminaba sus mañanas, de la risa de la gente y también se reía de su risa. Le encantaba la música, siempre cantaba.

Vivía ilusionada, vivía día a día... Trazándose objetivos que siempre cumplía, que le mantenían viva. No llamaba la atención por su físico, ni su estatura, ni si quiera por su pelo... llamaba la atención por su sonrisa muchos decían que dulce otros tantos que un poco picara. Era su arma favorita, con ella hacia y deshacía a su antojo. Era capaz de iluminar una habitación entera, era capaz de hacer reír al más triste y de calmar al más inquieto.

Ella era así, era la palabra felicidad hecha persona, era fantasía, imaginación... o al menos eso recuerdo. Porque de repente, sin previo aviso. Desapareció. No volví a verla. Al menos no con esa sonrisa.

Decían que ya no era feliz, que no tenia sueños ni esperanza. Dejaron de gustarle las mañanas de lluvias, ya no veía los rayos de luz, no escuchaba la risa, ni nadie escuchaba la suya. Sus mayores objetivos era la pura supervivencia, entre cuatro paredes de una habitación que cada vez era más pequeña.

Decían que lloraba por las noches hasta caer rendida en la profunda madrugada que casi rozaba los primeros rayos del día. Eso decían pero realmente nadie sabia lo que su pensamiento y corazón albergaban. Todos hablaban, prejuzgaban pero nadie sabia la verdadera realidad.

La más pura desesperación en la que estaba sumida, las ganas de arrancarse el corazón de cuajo y dejar de sentir, las ganas de nada. La casi locura, el miedo, el terror, el pánico, la soledad y la ansiedad que rodeaban todos sus días. El odio a si misma, que le hacia caer rendida en aquel rincón de sus cuatro paredes. La espera infinita por que alguien abriera esa puerta y la sacara de allí, pero nadie lo hacia. Se dio cuenta tarde de que nadie vive por nadie, y que si no abría ella esa puerta, nadie lo haría.

Esta mañana me levante y no sabia que ponerme... Y sin más, sin pensarlo, me puse una sonrisa. Entonces me mire al espejo y recordé quien era aquella chica.