domingo, 27 de noviembre de 2011

Ya lo sé.

No estás, no te ves, no te encuentras. Cierras y abres los ojos mil veces, intentando que esa realidad sea menos dolorosa. Te miras, te miras, te miras ... Pero no te ves. De frente, de perfil, de espaldas... te aprietas, te arañas... No te ves, no, no te quieres ver.

Jamás lo haré, piensas... Mentira. Lo haces. Sí, lo haces y lloras... lloras y lo haces.
Y ahora... ¿ahora qué? Podré con ello, sí, claro que podré. Mentira. Nadie puede.
Ahora te ves, pero ya no eres tu. Decepción. Y llega el día, explotas. Lo dices en voz alta. Duele.
Consejos, palabras, desacuerdos, incomprensión. ¿Sabes lo qué es? Pues entonces, cállate.
Te prometo jamás lo volveré hacer. Mentira. Mentira otra vez.

Se rompe todo. El cristal, el silencio, la mentira y la verdad. Se sale la pieza del rompecabezas, se escapa el rayo de sol, se secan las nubes, vuelan las flores, florecen los pájaros, el aire se hace visible. Lo imposible parece posible, pero no deja de ser menos complicado.

Y entonces sucede.

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