miércoles, 1 de agosto de 2012

Sin fin.

Tomar una decisión que sabía que iba a cambiar mi vida de manera pausada, ha sido quizás la más difícil que he tomado y a la vez la que más segura he estado.

Me prometí a mi misma tener la misma vida de siempre, pero a quién quería engañar. Promesa absurda.  Ni mi vida iba a ser la misma, ni yo misma lo soy. Aunque al principio me aferrara en mantener todo en su sitio, llega un momento en el cual tienes que elegir entre seguir avanzando o quedarte donde estás.

No me hizo falta elegir, me salio sin más. Cuando empiezas a depender de una persona, cuando no puedes pasar un día sin verlo, sin sentir su aroma, sin tenerlo cerca. Cuando antepones su vida a la tuya propia, y su felicidad es más importante que la de cualquier otro ser del planeta. Entonces es cuando te da cuenta de que en su día tomaste la decisión adecuada, y que es entonces cuando las cosas van a cambiar.

Veo el mundo de otro lado, cuando estoy con él puedo sentir como soy yo misma, sin preocupaciones, sin problemas... sin más necesidad que su boca cerca de la mía. Y en pequeños instantes tiene la capacidad de hacerme volar, de hacerme sentir libre... Pero siempre llega el momento en el que él no está. Y entonces tengo dos realidades distintas, y una sensación de vacío enorme.

 Vienen las preguntas, las dudas, y los miedos... Ahora estoy sola y no hay nadie más para ayudarme a responder y ni si quiera sé si soy capaz de responder a mis propias acciones. No está, ni él, ni ellas ni nadie. Y esa es la cruda realidad. 

Me duele, bueno sé que a todos les duele. Y entonces me pregunto, ¿es necesario todo esto? Sí, joder  ¿llegará el día en el cual todo salga como me merezco? En el que reciba igual que doy o al menos la mitad, en el que piensen en mi al igual que yo pienso en los demás, en el que no me exijan algo sin decirlo pero si dejo de hacerlo este mal ¿llegará? 


No hay comentarios:

Publicar un comentario