martes, 27 de diciembre de 2011

Lágrimas preciosas.

Como cuando era pequeña y compartía juguetes en el patio del colegio con el chico que me gustaba. Como cuando estaba en primaria y el guapo de la clase quería sentarse conmigo. Como cuando comencé el instituto y me pidieron salir por primera vez. Como aquel primer cosquilleo y temblor de piernas al ver a ese chico especial. Como aquella primera cita y aquel primer beso. Como aquella primera vez que sientes amor hacia otra persona. Como la amistad que sentiste por aquel amigo que no se fue jamás. Como ese sentimiento de satisfacción al conseguir lo que te proponías.

Como todos esos sentimientos, pero a la vez. Sí. Mezclados, revueltos, sin orden, fuertes, ingenuos, sinceros y poderosos. Todos ellos sin más, sin un por qué, sin poder dar explicaciones, con sentido o sin el. Como sea, que más da. Eso es lo que siento en este momento.

Porque me arrepiento cada día más de cada vez que pensé no puedo con esto, por cuantas veces intente decir en voz alta se acabó lo nuestro, por todas las palabras mal dichas, los desplantes y los desaires que tuve contigo, porque sí, porque me arrepiento.

Adicta a tu sonrisa, a tus besos, a tus manos, a tu mirar, a tus caricias. Adicta a ti, y nadie más.

No quiera más días malos, ni tormentas. Y es que amor, ya todo me da igual... lo único verdaderamente importante para mi es tu felicidad. Me da igual todo hasta el punto de amar sin medidas, de quedarme sin aliento, de rajar mi piel con recuerdos.

Porque me has enseñado tú a disfrutar del momento, a cerrar los ojos y dejarme llevar. Porque me puedes y nunca pensé verdaderamente que lo nuestro fuera a funcionar, y sin embargo esto es tan grande que se me va de las manos, que no soy capaz de controlarlo, que me lleva y me trae. Algo que me cuesta aceptar, que en momentos determinados me cuesta crees, que ciertas noche pienso debe de ser un sueño.

Sé que soy para ti, y tu para mi. Y no hay más. Dos piezas totalmente imperfectas de un rompecabezas que encajan con la mayor perfección. Me haces feliz hasta el punto de llorar de alegría, sintiéndome viva al ver tu sonrisa. Sí, soy feliz, más que nunca, más que con nadie, más que en cualquiera de estos últimos días.

Porque mi amor eres ese rayo de sol que entra por mi ventana, eras esa palabra de consuelo, y esos ojos a donde mirar. Eres todo lo que quiero que seas, y eres de lo que nunca, y digo nunca, me quiero separar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario